Los hilos del destino: Capítulo 15
Hola lectoras y lectores.
Una semana más llega capítulo nuevo de Los hilos del destino. ¡Se acerca el final!
Recordad que la historia está escrita sobre la marcha sin ningún tipo de corrección, así que disculpad si veis alguna errata u otro error.
Habían
pasado tres semanas, tres semanas en las que Dani no había visto a Miriam ni
una sola vez. Había regresado a su piso. Después de vivir en él más de una
década, nunca le había parecido tan vacío, nunca se había sentido tan solo.
Quizá los meses que había vivido bajo el techo de su tía y junto a Miriam, lo
había hecho anhelar esas cosas que no le habían importado en el pasado: una
familia propia.
Pero
lo había fastidiado todo. Se precipitó, dejó al descubierto lo que sentía y
ahora Miriam lo rechazaba.
Cada
vez que cerraba los ojos el sabor de sus labios volvían a su mente. Recreaba
ese beso una y otra vez. Ya no sabía si había sido una ilusión suya, una simple
fantasía o una realidad. Mientras duró el beso Miriam le había correspondido,
de eso estaba seguro ¿o también había sido una fantasía de su mente? No, sabía
que no. Tal vez fue por ese motivo por el que ella se había asustado tanto.
¿Qué podía hacer ahora? Haberse alejado había sido lo correcto, hasta su tía
había estado de acuerdo. Aunque lo despidió con lágrimas en los ojos, entendió
por qué debía marcharse de la casa sin tan siquiera habérselo preguntado. Su
tía siempre había tenido buen ojo para las personas y muy buena intuición sobre
lo que sucedía a su alrededor.
Dentro
de unos días, Miriam tenía cita para ir a monitores. Había deseado tanto
acompañarla. Cogerla de la mano y apretársela, darle ánimos y confianza en sí
misma. Poder decirle que muy pronto vería la cara de su bebé y que todo saldría
bien. Que él estaría a su lado.
Qué
idiota había sido.
Eran
las nueve de la noche, se acababa de dar una ducha fría. De tanto darle vueltas
a la cabeza, hasta había perdido el apetito que minutos antes le habían hecho
rugir las tripas. Se estaba volviendo loco. Quería hablar con Miriam, tres
semanas habían sido como tres años para él. ¿Podría haber significado eso
también para ella?
Durante
todo este tiempo había reprimido ese deseo de llamarla, sin embargo, en este
momento ese deseo se volvió casi una necesidad. Su tía le había dicho que se
encontraba bien, pero él quería escucharlo de su boca, oír su voz. Solo así
podría sentir que haberse marchado había sido lo correcto.
Con
el cabello todavía húmedo y tan solo con la ropa interior puesta, fue hasta la
cocina y cogió el teléfono que había dejado sobre la mesa. Buscó el nombre de
Miriam y se quedó mirándolo. ¿Sería buena idea llamarla? Quizá ella lo estuviera
esperando. Quizá estas semanas la habían hecho pensar y tal vez cambiar de
opinión. Si no hablaba con ella nunca lo sabría. Además, Noelia estaba por
nacer y se negaba a perderse ese momento. Tenía que estar allí, con ella.
Quería ser el primero en ver el rostro de la pequeña. Si prolongaba más esa
llamada, podría perder ese derecho que creía haberse ganado.
Respiró
hondo, carraspeó para aclararse la voz y cuando fue a marcar su número, el
móvil comenzó a sonar entre sus manos. Dani se sobresaltó por la sorpresa. Una
vez recuperado, miró la pantalla: era su tía.
⸺Hola,
tía.
⸺¡Oh,
Dani! Tienes que venir. Hay que ir al hospital.
⸺¿Qué
pasó?
Esas
palabras lo asustaron sobremanera. La última vez que las había escuchado había
sido para darle una trágica noticia. La imagen de Miriam apareció en su mente.
No podía estar pasando otra vez. Ni su corazón, ni su cuerpo lo resistiría.
⸺Es
Miriam ⸺contestó su tía con la voz alterada.
⸺¿Le
pasó algo malo a Miriam? Dime que no. Por favor, tía, dime que no.
⸺Tranquilo,
Dani. ⸺Al escuchar la angustia en la voz de su sobrino, Lola lamentó haber
empezado la conversación de ese modo⸺. Miriam ha roto aguas.
⸺Joder.
Pero no le toca todavía. Eso es malo.
Sin
escuchar la respuesta por parte de su tía, Dani se colocó unos vaqueros a toda
prisa y una camiseta. Se calzó las zapatillas y salió de casa prácticamente
corriendo.
Por
su mente solo pasaba el rostro de una Miriam dolorida y asustada. Si todavía no
era hora de que naciera la niña ¿podría ir algo mal? Si él se sentía aterrado ¿cómo estaría ella? Deseaba con todas sus fuerzas poder consolarla.
Condujo
todo lo rápido que la ciudad le permitía. Gracias a Dios no era hora punta o se
habría saltado todas las normas de circulación. En tan solo doce minutos logró
llegar a casa de su tía. Dejó el coche mal aparcado delante de la puerta y
corrió hacia la casa.
Próximo capítulo el 5 de mayo.
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