Los hilos del destino capítulo 2

¡Hola lectores y lectoras!

Es viernes y toca la segunda parte del capítulo uno de Los hilos del destino. Le he hecho una portada a la carrera, quizá más adelante se la cambie 😄




Capítulo 2

 

Desde un rincón de la estancia observó cómo su primo hacía una declaración de amor pública, colocaba un anillo de diamantes en su dedo y sellaban la promesa con un apasionado beso. La gente vitoreaba a su alrededor mientras él permanecía inmóvil, aplaudiendo para no desentonar. La mujer que creyó para él era ahora de Juanjo. Sí, sabía que era una estupidez, que acababa de conocerla, pero no podía dejar de sentir el flechazo en su corazón. Esa mujer era lo que había estado buscando toda su vida. Un pálpito en su interior se lo decía, como si el destino hubiese querido que la conociera. Un destino cruel, por cierto. Las Parcas ahora mismo estarían riéndose de él a carcajadas. Juanjo la había conocido primero, no había nada más que hacer. Jamás se entrometería en esa relación.

Hizo ademán de marcharse cuando su tía le agarró por la camisa.

—¿Adónde crees que vas?

—He venido y me he quedado a ver el espectáculo, ya he cumplido.

—¿El espectáculo?

—Lo siento, tía, sabes que las fiestas multitudinarias no me gustan.

—Por Juanjo deberías quedarte un poco más.

—Por él es que estoy aquí, ahora ya me apetece ir a casa.

—Puedes quedarte a dormir, esta es tu casa también.

—Lo sé, pero necesito que me dé el aire.

—Te encuentro un tanto extraño, ¿te ha pasado algo? ¿Alguien te ha hecho sentir mal?

—No. Sabes que esas cosas ya no me preocupan.

—Me alegro. La gente puede ser muy mala y cuando eres un niño escuchar cosas como «recogido» o «aprovechado» hacen…

—Basta, tía, ya no soy un crío.

—Nunca dejaré de protegerte y lo sabes.

—Lo sé, ahora deja que me marche, por favor.

—¿Me prometes que estás bien?

Sí, estoy perfectamente. Puedes quedarte tranquila.

De acuerdo. Anda, ve y despídete antes de irte.

Resignado asintió. Cuando su tía se empecinaba en algo era imposible hacerla cambiar de opinión y, a pesar de que ya no era un niño, seguía obedeciéndola. Era la única madre que recordaba tener y la quería muchísimo, aunque nunca se lo dijese.

Juanjo y Miriam bailaban al son de un vals, varias parejas se habían unido a ellos así que esperó a un lado a que acabasen el baile. Mientras, no pudo evitar fijarse en los labios de Miriam, finos y rosados como pincelados por un artista; sus ojos, grandes como luceros que brillaban en la oscuridad del universo; su piel, tersa y pálida como la porcelana de la más alta calidad. Su cuerpo se movía de forma grácil y… Dani sacudió su cabeza y decidió mirar las lámparas de araña que iluminaban aquel salón del hotel más lujoso de la ciudad. Seguir mirándola así seguro que le provocaría una arritmia y, además, no tenía derecho a hacerlo.

Unos minutos después la música cesó y Dani se acercó a ellos a grandes zancadas sorteando a los invitados sin mucha delicadeza, hasta el punto de haber escuchado algún improperio tras él.

—Chicos, yo me voy.

—¿Tan pronto? —se quejó Juanjo.

—Ya me conoces.

—Está bien, pero ven mañana a comer, estarán los padres de Miriam.

—¿Y qué pinto yo con los padres de Miriam?

—Es una comida familiar, y eres mi familia. Mi único hermano.

Ante aquellas palabras no podía negarse. Sí, eran familia, la única y Juanjo y él se prometieron desde niños estar siempre juntos. Apoyarse mutuamente y cuidar de su tía ya que no contaban con los lejanos a los que no veía desde hacía décadas.

—Ahí estaré.

—Mis padres tienen muchas ganas de conocerte. Juanjo les habló mucho de ti —comentó ella.

A saber qué les habrá contado este idiota bromeó en un intento de parecer simpático.

Que todas las travesuras que hice de pequeño fueron idea tuya contestó su primo feliz, como hacía muchos años que no le veía.

Ya me encargaré de desmentir todo eso. Hasta mañana. Le dio una palmada en el hombro y dio media vuelta para marcharse, pero unos dedos pequeños y delicados se aferraron a su brazo. Unos dedos que ya conocía de esos pocos minutos en los que había creído que podrían ser suyos en un futuro. Al girarse los ojos verdes y radiantes de felicidad de Miriam miraron los suyos. Dani creyó haber notado cómo su corazón se detenía, sin embargo, aguantó el tipo como pudo.

Hasta mañana se despidió ella con un tono cantarín y risueño.



Capítulo anterior:

Capítulo 1

Siguiente:

Capítulo 3



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares