Relato: Porque te quiero

Hola, os traigo un relato que tenía muchas ganas de compartir. Espero que os guste. Besazos.

Porque te quiero



Paseaba por la calle después de haber estado repartiendo currículos por media ciudad. Contaba con veintisiete años, no tenía coche y todavía vivía con sus padres, no es que no estuviese a gusto con ellos pero tenía ganas de independizarse, de hacer su propia vida sin tener que dar explicaciones cada vez que llegaba tarde a casa.
Esperaba en el paso de peatones a que el semáforo se pusiese en verde cuando lo vio al otro lado de la calzada.
¿Era él?, pensó. Sí, seguro que era él.
El semáforo cambió de color pero Santi no pudo moverse. Observó como su antiguo compañero de instituto cruzaba y se acercaba a él, estando a pocos pasos, Cristian también lo vio.
Eh, cuánto tiempo lo saludó tendiéndole la mano.
Unos nueve años, más o menos contestó Santi al instante.
Me alegro de verte de nuevo. Fue una lástima que perdiéramos el contacto.
Santi recordó el porqué lo había perdido y no quiso ahondar en ese tema.
Te ves muy bien le dijo observando el pulcro traje con corbata que llevaba. ¿Eres político o algo así?
No, hombre, soy abogado. Cristian rio y Santi se quedó embobado con su sonrisa, de pronto sintió que los años no habían transcurrido, que nada había pasado en realidad.
Ah sí, ahora me acuerdo disimuló pues recordaba a la perfección que estudió derecho y deseaba ser abogado.
Me gustaría seguir charlando Cristian miró su reloj, pero llego tarde al juzgado.
Así que volvía a darle largas, no había cambiado mucho. Aunque qué esperaba, su amigo era un triunfador en la vida y él un auténtico fracasado. Rememoró esos momentos de instituto cuando Cristian corría detrás de él para que lo protegiese de los abusones.
Está bien, me alegra haberte visto.
Eh… cuando acabe, si no tienes nada que hacer, podríamos tomar una cerveza y ponernos al día.
Vaya, esto no se lo esperaba, pensó Santi. ¿Qué habría sido de Daniel? En realidad no tenía nada que reprocharle porque entre ellos nunca hubo nada. Jamás se atrevió a declarase.
Eh… vale.
Pásame tu número, lo perdí al cambiar de móvil.
Le pasó el número y no tardó en recibir una llamada perdida de él para guardarlo también. Se despidió con una sonrisa bastante sincera, a su parecer y casi corriendo siguió su camino. Igual era cierto y llegaba tarde.

Había quedado con Cristian en un bar del centro a las ocho de la tarde. Faltaban diez minutos cuando entró por la puerta. Quizá debió de esperar un poco más y no llegar tan pronto, era un tonto pero volver a ver a Cristian le removió todo ese amor que sentía por él hace ya tanto tiempo.
Solo había dado dos pasos cuando desde el fondo lo llamaron. ¡Vaya! Cristian ya estaba allí esperándole. Se acercó, lo saludó, se pidió una cerveza y se sentó frente a él.
Bueno, ¿cómo te han ido las cosas? ¿Todavía trabajas en la fábrica de cajas de cartón?
Qué va, cerraron a los tres años de entrar.
Y ¿ahora qué haces?
Esto y aquello…
Dando rodeos como siempre. No has cambiado mucho. Sonrió de forma muy natural.
Supongo que no me ha ido tan bien como a ti. Perdí dos trabajos más y ahora estoy en paro soltó con tono defensivo.
No te preocupes Cristian alargó la mano y rozó la de él para darle ánimos, seguro que encuentras algo pronto.
Santi retiró la mano sintiendo un quemazón donde lo había rozado. No iba a dejarse engatusar por él otra vez. Pudo ver cómo la sonrisa alegre de Cristian se fue apagando.
Lo siento.
Qué fue de Daniel. ─Antes de darse cuenta ya había soltado su duda. Recuerdo que me contabas que te acompañaba a todas partes y nunca te dejaba solo.
Me llamabas casi todos los días para preguntarme cómo estaba y si se habían metido conmigo. Te preocupabas mucho por mí cuando entré en la universidad. Y bueno Danielle fue un gran apoyo ya que no estabas conmigo. Regresó a Francia hace unos años aunque todavía tenemos contacto.
Así que aún mantenían el contacto. Se bebió de un trago la poca cerveza que le quedaba y se levantó para marcharse, no debió haber aceptado ese encuentro.
Será mejor que me vaya.
¿Tan pronto? Quédate un poco más. Al ver la cara seria de Santi añadió: Supongo por tu cara que no estás cómodo conmigo, discúlpame.
Te presentas todo triunfador, con tu traje y tu maletín de abogado cuando yo no tengo ni coche propio. Si ya me sentía fracasado, has conseguido que me sienta peor. Y ya sé que no es culpa tuya que me haya convertido en un don nadie, es toda mía.
¿Pero qué estás diciendo? Si soy lo que soy ahora mismo es gracias a ti. Sabes cómo me insultaban en el instituto, cómo se metían conmigo y me hacían jugarretas. A los trece años pensé en quitarme la vida. Desde niño he tenido un poco de pluma pero tú eras tan masculino…
Santi estaba anonadado, jamás habría imaginado que su amigo había pensado en algo tan extremo como el suicidio. Los adolescentes podían ser muy crueles, por primera vez desde su reencuentro se alegró de haber estado a su lado.
Nunca me dijiste nada.
Apareciste en mi clase en ese entonces y me salvaste la vida. Me protegiste, te enfrentaste a los abusones por mí. Fuiste mi héroe además de mi amigo.
Vaya héroe estoy hecho se lamentó. Abandoné el instituto porque era un mal estudiante, aun así pensé que podría trabajar, ganar dinero y comprar una casa para los dos, mientras tú te convertías en abogado. Así te protegería siempre, pero la universidad estaba demasiado lejos, todo me salió mal y tú encontraste a Daniel.
No sabía que tuvieses esos planes y bueno Danielle fue un gran apoyo como ya te he dicho, ella vivía cerca de mí y cómo le conté algunos de mis antecedentes, se preocupó y me acompañaba siempre.
¿Ella?
Danielle, con doble «ele» y acabado en «e», es un nombre francés. ¿Qué pensabas?
Supongo que pensé otra cosa. Mierda. Santi se tapó la cara con las manos avergonzado y volvió a sentarse.
Cristian alargó sus brazos para agarrar las manos de él y quitárselas de los ojos. Le sonrió con ternura y cierto pesar.
Creo que ya entiendo por qué te distanciaste de mí. Supongo que hablé demasiado de Danielle.
Siento que hemos perdido mucho tiempo.
No es culpa tuya, Santi. Yo debí haberte confesado mi amor antes de ir a la universidad, haberte dejado claros mis sentimientos por ti, pero fui un cobarde como lo he sido siempre. Es por eso que cuando te volví a ver, parado en el semáforo, no quería perderte de nuevo.
Cristian… musitó.
Me gustaría compensarte por todo lo que hiciste por mí, por los malos entendidos…
No es necesario, lo hice porque te quiero.
Esa confesión fue música para los oídos de Cristian. Este se levantó para sentarse en la silla de al lado de Santi, acarició su mejilla con suavidad y pasó sus dedos por los labios de él. Sus ojos color café brillaban ligeramente con algunas lágrimas que amenazaban con saltar.
Parece que ahora eres tú el osado y yo el débil se lamentó Santi al borde del llanto.
No te menosprecies frente a mí, nunca más. Acercó su rostro hasta sentir el aliento de su compañero en la cara. Eres mi héroe, siempre lo serás y, además, también te quiero.
Al escuchar aquellas palabras tan anheladas, Santi no pudo responder de otra forma que besándolo. Colocó una mano en su nuca y otra en su espalda para atraerlo más hacia él mientras saboreaba los labios que más había deseado en su vida. Volvió a sentirse adolescente otra vez, que al fin había regresado a casa, a su hogar que no era otro que Cristian. 


Eva Gil Soriano

Imagen: Welcome to all and thank you for your visit ! ツ para Pixabay


Comentarios

  1. Gracias Eva, a sido una hermosa historia, de esas que te dejan sonriendo feliz ❤️

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    1. Muchas gracias, Gaby. Me alegra mucho que te gustara la historia y te dejara con una sonrisa. Besos.

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  2. Me ha encantado, escribes tan bien que parece que haces sentir como si estuvieras allí, observando lo todo

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